Crucero por Rusia: cuando no esperas nada y lo encuentras todo

Hay viajes que los preparas con mucho mimo y dedicación, empapándote de todo tipo de información, marcando rutas, estudiando cada detalle, devorando guías y visitando blogs y más blogs (esos fueron por ejemplo, los de la Costa Oeste o el de Japón) y otros, llegan sin demasiado alboroto, sin rutas previas, casi sin información y sin desgastar la vista por internet, como si no esperáramos demasiado de ellos o, como son viajes donde casi todo está programado, sencillamente te dejas llevar.



No somos demasiado amigos de los viajes organizados, ni de los cruceros, así que, contra toda lógica, decidimos irnos de crucero fluvial con todo organizado 😐. El destino tampoco estaba en mi lista top, pero sí en la de mi marido y, como le tocaba decidir a él, pues pa Rusia que nos fuimos a hacer el crucero fluvial de San Petersburgo a Moscú, con 12 días por delante.


Crucero + todo organizado + Rusia no era una fórmula que me atrajera demasiado, así que me dejé llevar sin esperar demasiado, y quizás, eso fue el éxito del viaje. Cuando no esperas gran cosa y vas descubriendo con sorpresa lo que se te va brindando lo disfrutas aún más porque no lo esperas.




Sí que había ojeado algo sobre San Petersburgo o Moscú, poca cosa, pero alguna idea tenía de lo que encontraría, pero eso sólo era una parte del viaje, lo que no sabía en absoluto era lo que me encontraría en los casi 6 días intermedios de navegación, donde las visitas a pequeños pueblitos se limitaban como máximo a unas 3-4 horas al día, y el resto de horas ¿qué se supone que debíamos hacer?. En los barcos de cruceros fluviales no hay la animación, ni los espectáculos, ni las piscinas, ni los entretenimientos de los cruceros marítimos (ni la multitud de gente, y eso lo agradezco), en estos barcos hay un salón social donde hacen alguna actividad lúdica como: clases de ruso, canciones folclóricas, confección de muñecas de trapo 😕, pintar matrioshkas... y otras actividades que no encajan demasiado con nuestros gustos, a parte de esto, y de un poco de música por la noche (hasta las 12 como máximo!) o la opción de ver Doctor Zivago, y otras películas de temática rusa, en español en la tele del camarote, no hay nada más por hacer. Hay una cubierta con hamacas, eso sí, donde no llega el wifi y un "gimnasio" compuesto por una cinta de correr y una bicicleta estática 😂. Hay que decir también que la media de edad de estos barcos es bastante elevada, yo no soy una niña, lo sé, pero allí lo era.

Bien, con estas perspectivas, los casi 6 días intermedios de navegación se prometían muuuuy largos. ¡Pero no fue así! Sólo necesitamos hacer un cambio de chip mental para disfrutar de esos días. Descubrimos que los paisajes que íbamos encontrando, los cielos, los cambios de luz, las casitas esparcidas entre los árboles, las nubes, el silencio, el aire limpio, los colores... TODO era un regalo que no esperábamos, así que, nos sentamos a disfrutar de nuestro regalo sin pensar en nada más. Sin remordimientos por estar 6 días haciendo NADA.




Y lo que en un principio nos pareció un problema como era el no tener wifi en la cubierta, resultó ser lo mejor que nos podía pasar, allí no había nada mejor que hacer que disfrutar de aquel espectáculo, siendo conscientes de lo afortunados que éramos por estar allí. Tenía una sensación permanente de paz tanto exterior como interior y aquellos días fueron como una cura anti-estress y de desintoxicación del mundo acelerado en el que vivimos.























Ni siquiera conseguía avanzar en el libro que me llevé porque aquellos paisajes me llamaban más que las líneas del libro y lo iba paseando arriba y abajo, por si me apetecía leer, pero no me apetecía. No quería hacer otra cosa que NADA. El barco no superaba los 20 Km/h, iba lento como las horas del día, mostrándonos aquellos paisajes inesperados, atravesando esclusas y cambiando nuestros ritmos de vida.



Quizás si antes de contratar el viaje nos hubiéramos interesado realmente por saber cómo era el recorrido y las visitas, seguramente no lo hubiéramos cogido porque no entra en nuestro estilo de viaje, pero lo que sí sé seguro, es que hubiera sido un error, porque ha sido todo un placer encontrar esa calma mental y física entre aquellos paisajes.





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